cultura de otra especie
número siete - enero / febrero 2011
Sin prisa sin Vol. 2
pausa Andreia Dias
Nicolás Klisich
Hay una diferencia en- “Noches que pasé en
tre Nicolás Klisich y el blanco / soñando con
resto de los cantauto- vos” canta Andreia
res jóvenes: la entre- Dias, con un telón de
ga. Con su primer dis- fondo musical que
co ... escenifica ...
Reseña Reseña
Con Fernando Peláez
LOS ORÍGENES DEL ROCK URUGUAYO
(Reedición ampliada 2010)
Aunque haya pasado desapercibido para gran parte de la sociedad, el rock que comenzó a establecerse en Uruguay en los albores de los de los años sesenta, alcanzó una relativa masividad en las fiestas bailables de la época, desarrolló varias líneas estilísticas que decantaron en los primeros años de la década siguiente, y generó algunas propuestas estéticas de interés.
Los tardíos análisis sobre el fenómeno y la carencia de historiadores que organizaran datos, fechas y protagonistas, aumentaron la invisibilidad de un movimiento, que llegó a desparecer de la memoria colectiva con la posterior restricción informativa dispuesta por más de diez años de proceso dictatorial.
Cuando parecía que la historia sobre los orígenes del rock en el Uruguay nunca llegaría a contarse, Fernando Peláez salda esa deuda con su libro Cronología del Rock en Uruguay, De las cuevas al Solís (1969-1975). Producto de más de dos años de investigación, sus más de trescientas páginas incluyen abundante material fotográfico y recorren toda la discografía del período.
LA NUEVA MUSICA
Si el rock en Uruguay acabó desarrollando una serie de características únicas respecto al de otros países, es en las postrimerías de la década del cincuenta, donde pueden hallarse algunas razones que expliquen tales rasgos diferenciales. Por eso, el autor comienza describiendo el ámbito musical de esos años, donde en las orquestas de jazz de la época, estaban fogueándose muchos de los jóvenes músicos que, en breve, participarían de las primeras agrupaciones “beat”.
“Pero no sólo por eso voy un poco atrás”, aclara el autor, “sino porque a fines de los cincuenta fue la primera vez que apareció algo diferente en la música y en la cultura joven. Antes, uno pasaba de ser niño a adulto directamente y no existía eso que hoy se reconoce como cultura juvenil -ni siquiera en la ropa- y que a groso modo aparece con el rocanrol de Elvis Presley. Aunque claro, me interesaba resaltar esa particularidad de que músicos muy jóvenes, incluso antes de la llegada de los Beatles, ya estaban ingresando a tocar con músicos un poco más veteranos.”
Los Shakers no fueron unos muchachitos que estaban aprendiendo a tocar como se estila en el rock actual sino, músicos experimentados que podían asimilar casi al instante y con solvencia instrumental, los nuevos modelos musicales llegados de los países anglosajones. La formación jazzística les facilitó además, poder componer sus propios temas dentro de la estética beatle y acompañar la evolución que los cuatro de Liverpool estamparon en Sgt. Pepper’s, con un disco como La conferencia secreta del Toto’s bar, donde además se aventuran a fusionar el beat con materiales provenientes de la tradición cultural uruguaya.
“En La conferencia...” ,asegura el autor, “por primera vez aparece en un tema pop como ‘Más largo que el Ciruela’, una melodía que remite a Astor Piazzolla y donde además se incluye una parte de bandoneón. El mismo Luis Alberto Spinetta, ha declarado que el bandoneón que mete en ‘Laura va’, del primer disco de Almendra, está directamente influenciado por esa canción de Los Shakers.”
Con todo, muchas de las ricas experiencias musicales de esos años no tuvieron la aceptación de Los Shakers o Los Delfines, a pesar de haber dejado su influencia grabada a fuego en la música local. Es el caso de El Kinto, que sin haber dejado registros con el testimonio de su creación, tuvo la virtud de integrar los sonidos afrouruguayos a la música que llegaba desde el hemisferio norte, rubricando el nacimiento de lo que en adelante sería denominado “candombe beat”.
“Lo que pasó con esa agrupación fue increíble porque si no fuera por Carlos Píriz (técnico de grabación de esos años) que copió todos los demos que ellos hacían para difusión y se los guardó, no nos hubiéramos enterado de la existencia de ese grupo y sólo quedaría la palabra de doscientas personas que hasta el día de hoy jurarían que El Kinto era una maravilla. Cuando en 1971 se editan las primeras cosas de El Kinto en ese elepé que se llamó Musicación 4 y ½, recién se empieza a tomar conciencia de la calidad del grupo.”
Otra integración relativamente aceptada entonces y luego jamás valorada en su real dimensión, fue Días de blues. Su sonido visceral, rústico y desaliñado, que envolvía la contrastante elegancia de una guitarra dotada de gran técnica y sensibilidad, la convirtió en el prototipo de banda de blues uruguaya, con una performance que no ha podido ser superada hasta el día de hoy.
El menos acogido por el público de su tiempo y portador de una extraña avanzada desde el punto de vista musical y literario, fue Leo Antúnez. Incomprendido, denostado y olvidado, musicalmente se anticipó a la aparición de Patti Smith y el rap, y en su marcado escepticismo, llegó a describir a la sociedad uruguaya con más precisión que mucha prédica esperanzada en un futuro mejor.
“Lo de Leo fue impresionante”, asevera Peláez. “Parecía fuera de época y tanto su propuesta musical como su manera de actuar sobre el escenario o el tipo de letras que cantaba, eran cosas muy difíciles de entender por las audiencias de entonces. Sin embargo lo que hizo Leo Antúnez fue una cosa original, nueva, y no tenía referencias de haber visto algo igual y haber dicho ‘voy a hacer eso mismo’. Su idea de escribir algunos textos y acompañarse con un trío de rock que tocaban sus instrumentos siguiendo el recitado, era una onda que en aquella época provocaba repulsión.”
EL LIBRO
Fernando Peláez no es escritor ni periodista, y sin embargo, por haber seguido al rock de los primeros setentas, un día decidió acometer la tarea titánica de sondear en diarios y revistas disponibles de más de cuarenta años atrás a la caza de datos que permitieran armar la historia, además de realizar un tropel de entrevistas con los protagonistas de la movida.
“Mi primera idea fue hacer un libro sobre el movimiento de rock desde 1970 hasta 1975, que era lo que yo había vivido intensamente y que sabía a quién tenía que entrevistar. Pero ahí me dí cuenta que valía la pena hacer el esfuerzo de arrancar desde los orígenes mismos del rock en el Uruguay.
Para empezar a armar la historia,, contaba con los recuerdos de lo que había vivido como seguidor del rock uruguayo de los primeros años setenta y con los conocimientos de lo que había pasado. Tenía los discos de esa etapa, había guardado afiches de los espectáculos y recortes de diarios.”
Sin embargo, no todo el material recopilado sobrevivió para tenerlo como referencia en el momento de elaboración del libro, debido a la posterior eliminación de muchas de las cosas que había guardado.
“Tenía la colección completa de un suplemento que salía los sábados en el diario El Día (La Nueva Gente) y tiré prácticamente todo. Tenía casi todas las revistas Pelo y me deshice de la mayoría. Había grabado un montón de conciertos de aquella época y con el tiempo, fui borrando las cintas grabándole otras cosas encima. Así que cuando tomé la decisión de hacer el libro y me acordé de todo ese material perdido, me quería matar.”
Una de las dificultades con las que el autor se topó en el curso de la investigación, surgió de las versiones encontradas sobre fechas de acontecimientos o integrantes de grupos, tal y como sucedió con el dato muy difundido de que Hermes Calabria (baterista de Psiglo y de la legendaria banda española Barón Rojo) había integrado el grupo Las Sandías entre el ‘70 y el ‘73. En el curso de la entrevista a Gastón Ciarlo ‘Dino’, arrimó el dato –confirmado después- que el Hermes que tocaba en Las Sandías se apellidaba Luciani y no Calabria.
Otro dato difícil de determinar tuvo que ver con la fecha aproximada de formación del primer grupo de rock uruguayo del que se tiene noticia: Los Gatos. Anteriores a Los Gatos argentinos, la memoria de los protagonistas se extravía en la trastienda de los cuarenta años transcurridos desde entonces. Hasta que el escritor Napoleón Baccino, quien junto a Dino participó de los primeros ensayos de la agrupación –y más tarde llegó a integrar el grupo Los inocentes-, aportó un elemento de peso para fijar un momento con mayor exactitud.
“Baccino siempre hacía el mismo trayecto”, cuenta Fernando Peláez, “para ir de su casa a la fonoplatea de radio Ariel, donde por aquel entonces y desde hacía varios meses, venía ensayando el grupo Los Gatos. Él bajaba del ómnibus y en el trayecto hasta la radio, pasaba por la puerta del diario El Día.. En una de esas ocasiones en que concurría a radio Ariel, recuerda que en la cartelera que el diario El Día tenía en la calle, estaba la noticia de que habían asesinado a John Fitzgerald Kennedy. Y eso fue el 22 de noviembre de 1963”.
Leonardo Scampini
*Publicado por vez primera en El País Cultural Nº 713 (4 de julio de 2003)
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https://folletindediezmanos.
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