cultura de otra especie

Elogio de la nostalgia

29.11.2010 20:14

 

        Elogio de la nostalgia

 

 

 

a) despedidas

 

Alvaro, el gallego, me miró muy serio, hizo un gesto con las manos, arqueó las cejas, y con el ceño fruncido me dijo:

‘Mi ritual de la última noche es ir a lo de Naná. Ya sabes a que’

Tras una pausa artística en la que se miró las uñas descuidadamente recortadas agregó:

‘Y el tuyo?’

Hice como que pensaba durante unos segundos, aunque en realidad no tenía nada para pensar; la respuesta la tenía preparada ya antes de la pregunta.

‘El mío? Irme con Patricia a la Parada 25 a las tres de la madrugada, sentarme en la arena con ella entre mis piernas y escuchar La Mansa romper’

‘Patricia? No la conozco. Nunca me habías hablado antes de ella ’

‘La cerveza Patricia, boludo, la cerveza’

‘Je. Interesante’ me dijo el gallego con una sonrisa irónica ‘Interesante’

‘Tu ritual lo es más’ le dije guiñándole un ojo.

El ritual de la última noche es una enfermedad que ataca a todo uruguayo no residente en el paisito, un síndrome degenerativo, un desgajo de la realidad, un sueñito último portable para que la orientalidad nos acompañe un ratito más durante el viaje de regreso a los diferentes nortes, a sus rutinas pobladas de costumbres ajenas y semiadquiridas en un esfuerzo para sobrevivir lejos de lo nuestro. Es la memoria viva de nuestro pasado condensado en actos simbólicos perpetrados en las últimas horas antes del regreso. Un compendio de emociones, un recordatorio de las horas felices que deshojamos en habitaciones con paisajes nevados poblados de carteles de publicidad en alemán, sueco, holandés, inglés, belga y francés, mientras en la tele muestran Charlton Athletics-Fullham en vez de Danubio-Cerrito.

Algunos, en su ritual de la última noche, como hacía el Tinti cada vez que se iba el Serva, cantan despedidas murgueras. Otros, como el Lacra, organizan gigantescos asados en donde los invitados no se conocen entre sí. Otros se encierran en habitaciones llenas de humo y escuchan discos rayados que desde la primera última noche están metidos en cajas en armarios que nadie osa abrir. Otros se emborrachan solos en bares llenos de desconocidos que miran sus grappas con ojos turbios. Otros van a lo de Naná. Otros se van con Patricia de noche a la playa. La lista de los rituales de las últimas noches es enorme. Tanto como la cantidad de exilios que ha engendrado el país. Un mundo de angustias apretadas en los pechos con cuerpos resistiendo la partida, combatiendo la futura e irremediable ausencia.

 

 

b) encuentros

 

Llegamos a Kiruna no sabiendo si era de día, de tardecita, de noche o de madrugada. Ricardo, el argentino, me dijo:

‘Loco. Creo que es muy de noche. No anda nadie por la yeca’

‘Psé. A lo mejor es la hora de la siesta’

‘O están todos muertos’

‘O están todos pescando’

‘O cazando alces’

‘O cazándose un pedo’

Kiruna está muy al norte del norte de Europa. Una ciudad más allá del círculo polar ártico en la tundra sueca. Ricardo y yo llevábamos cuatro semanas recorriendo Escandinavia en plan de turistas de bajo costo, durmiendo en campings y en albergues juveniles, comiendo en los supermercados, siguiendo el mundial de fútbol en televisiones de bares llenos de borrachos que no se interesaban en demasía por lo que pasaba en Estados Unidos. Era el verano del 94, y en los veranos escandinavos el sol nunca se pone, para desconcierto de los seres sureños que se aventuran por allí, todo sumido en una perenne tardecita opaca, con el sol colgado a un costado del horizonte como una lamparita de 25 watts, alumbrando por inercia.

Encontramos el albergue en un barrio periférico tras caminar por perfectas calles desiertas de casas con jardines estáticos bajo la mortecina luz . En el albergue nos atendió una muy desgreñada (‘viste boludo que es muy de noche!!!?’) recepcionista que nos dió las llaves para una habitación en el segundo piso. En ella, rodeado de no tan bellos durmientes, estaba un joven empacando su mochila. Ezequiel era también uruguayo, pero uno doblemente especial. Primero que fue él mi primer encuentro de uruguayo en tierras no orientalas. Y segundo que no hablaba español. Sacando orgulloso del bolsillo su cédula de identidad –expedida en la embajada uruguaya de Estocolmo- Ezequiel me explicó, en perfecto inglés, las razones de su orientalidad. De padre melense exiliado y madre malmöense local, él sentía latir el Río de la Plata en sus venas, y su sueño mayor era algún día poder pisar tierra oriental.

Compatriotas desperdigados por el ancho mundo ajeno en todo sentido, lejos del terruño, coincidiendo en sitios extraños, unidos por la procedencia y el destino, perdidos y vueltos a encontrar por la casualidad-causalidad.

Como Jorge, el tacuaremboense que trabajaba en un bar del barrio gay de Madrid, el que me aconsejó, mientras mateábamos en una de las mesas del cuchitril que en la calle ‘anduviera con el culo contra la pared porque esto ta lleno de maricas, loco, lleno!!!’. Como la chica sin nombre, que agitaba una gigantesca bandera uruguaya en el recital de La Vela en un pub llamado Kulturladen situado en Konstanz, Alemania. O como el Karibito Morales que un día se pasó por mi laburo mientras jugaba en el Wil de Suiza para organizar un asado (que luego nunca hicimos) con el Richard Núñez ya que según el Karibito ‘el Richar la última vez que comió carne fue cuando se mordió la lengua, ché, un desastre el Richar!!!’

 

 

c) nostalgias

 

Estábamos todos sentados a la mesa que daba al ventanal. Por la vereda pasaba gente muy abrigada, los halitos de respiración condensados delante de las bocas, como globitos de diálogo de los comics. Había seguro diez bajo cero en Berlín, pero dentro del bar se estaba bien, en un ambiente acogedor, cálido de recuerdos y proyectos a realizar. La barra de amigos de Ernesto discutía el significado de la nostalgia, lo que aportaba para cada uno, como combatirla, como alimentarla, como definirla. Pablo, esgrimiendo el vaso con vino tinto a guisa de amuleto contra la pena de la distancia, espetó, con los ojos muy abiertos y la voz temblorosa:

‘Yo tengo nostalgia de los pozos de la calle de mi barrio. Cuando voy de regreso al lugar en el que nací cierro los ojos en el auto. Y los riñones, que lo tienen todo almacenado en su memoria de golpes, sienten, sin temor a equivocarse, que estamos llegando a casa. Tengo nostalgia de esos pozos queridos que la Intendencia, por suerte, nunca se dignó de reparar’

Es la nostalgia de lo ido, de lo perdido, un inevitable lugar común de los exiliados? En los recuerdos, edulcorados y glorificados por la lejanía, hay fantasmitas burlones que nos sacan la lengua en cada olor conocido (como el tuquito de la vieja!!!), en cada estrofa de canción, en cada color repetido sobre la superficie del mar o sobre las copas de los árboles (‘los árboles de mi barrio tenían las hojas exactamente de ese color cuando las perdían en otoño…’), en cada gol rememorado, en cada sueño interrupto. Deja la no presencia un hueco palpable? Es el Uruguay un lugar lleno de vacíos? Tienen esos vacíos una conciencia? Añoran los huecos el material del que está compuesto la felicidad del ser y del estar?

Qué lleva a alguien como Ernesto, normalmente tan serio y medido, a poner su dirección de mail como volviendo@hotmail.com? Que lleva al Michel a irse a caras excursiones de pesca en Boston, Massachussetts, sólo para recordar las piabitas que sacaba en la escollera del muelle de Punta del Este? Qué lleva al Dani a recorrerse todas las carnicerías de Zürich hasta encontrar una que hace un tipo de corte de carne que llega a adecuarse para hacer asado (una carne que se llama Siedfleisch y que en Suiza se da hervida a los perros)? Qué lleva a Miguel a patearse toda Barcelona hasta llegar al carrer del Bon Succès, en donde hay una yuyería que vende yerba Canarias?

Lo que lleva a esos actos es la nostalgia, motor de la identidad cultural y personal de cada uno que lejos, como dijo Pablo ‘busca atormentar los riñones con los agujeros de la felicidad’ otra vez, en un deseado futuro repleto de no exilios, de no extranjerías, y si de mucho Uruguay, rebosando por todos nuestros poros, de una vez por todas y para siempre.

 

wilmarberdino@hotmail.com

 

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-Folletín de diez manos. Cada uno de los autores que escriben la novela-folletín-blog (cabrera, cavallo, santullo, soriano, trujillo), escribe un capítulo de no más de 2000 palabras. Para eso tiene una semana de tiempo. Cuando termina, envía su capítulo al encargado de hacer el siguiente. Cuando se cumplen 5 vueltas y, por lo tanto, se llega al capítulo 25, la novela se termina. Cada capítulo está acompañado de la ilustración de algún artista. Interesante.

https://folletindediezmanos.

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-EE.UU y la música digital. En los pronósticos de la última edición de su reporte sobre la música grabada a nivel global, la firma Strategy Analytics anticipa un nuevo hito para los formatos digitales en el año que viene.La compañía estima que los consumidores estadounidenses gastarán $2.700 millones de dólares el año que viene en CDs, por debajo de $2.800 millones en música en línea. El reporte también contempla la situación en 2015, pronosticando que los ingresos de la música en línea estarán conformados en un 39% por descargas de sencillos, 32% por descargas de álbumes, 14% por suscripciones y 14% por publicidad.

 

 

 

 

-Cursos de música en internet. Artículos y videos para aprender a tocar o mejorar conocimientos sobre guitarra, piano y otros instrumentos. La página se llama Virtuosso (www.virtuosso.com)